Hubo un tiempo en el que en lo que hoy es la Plaza de la Luna – se llama de Santa María Soledad Torres Acosta pero ¿quién la llama así?- estaba el Palacio de Monistrol, que fue derribado con la construcción de la propia plaza en 1969. Allí se había fundado en 1782 el Banco de San Carlos (antecedente del Banco de España), y, desde 1837, en sus bajos estuvo el Teatro Buenavista. Sin embargo, hubo un tiempo, del que estos días se cumplen años, en los que allí, al final de la calle de la Luna, se repartían las armas para intentar parar el golpe de Estado franquista.
El local de Luna era la sede de la Federación Local de CNT. Al llegar al 17 de julio, cuando los militares se sublevaron en África, estaba precintado, como el resto de locales de la central sindical libertaria. Pronto albergaría, con los sucesos de julio, el Comité Nacional, el Regional, la propia Federación local y el Comité de Defensa.
Madrid había sido, tradicionalmente, la capital española del socialismo, aunque en los años de la República la CNT creció mucho. En 1931 contaba con unos 3000 afiliados, cuando UGT contaba con 150.000 (hay que tener en cuenta los años de clandestinidad previos), en julio del 36 66.000, y al final del mismo año 110.000, después del decreto de afiliación sindical obligatoria. UGT reinaba, sobre todo, entre los empleados y los funcionarios, y CNT consiguió hacerse fuerte en el sector de la construcción, el primordial entre el proletariado madrileño.
CNT llegó a la guerra en una situación de semi clandestinidad, por la dureza con la que el presidente Casares Quiroga había reprimido la huelga de la construcción en curso. Muchos de sus cuadros, como Cipriano Mera o David Antona, se encontraban en prisión, y otros tantos vivían en la clandestinidad. Eran días de reuniones secretas en el monte del Pardo y de prácticas de tiro en las riveras del manzanares. La sublevación militar en ciernes estaba en boca de todos pero eran muchos los que no querían darle importancia –como si no haciéndole caso fuera a desvanecerse-, incluidos los miembros del propio gobierno.
El 17, cuando la guarnición de Melilla se subleva, los periódicos callan, el gobierno calla y las calles hablan bajito. Los obreros de CNT y UGT empiezan a hacer guardia en los cuarteles y a organizarse en todas las barriadas.
Eduado de Guzmán cuenta en su Madrid rojo y negro como “ un buen burgués no advertiría nada extraño. No sabría que entre los grupos de cómicos y músicos que otras noches llenan las aceras de Sol, hay esta noche un puñado de obreros. Hablan y pasean pacíficamente, pero llevan la mano en el bolsillo. Y en el bolsillo la pistola que hace unos minutos engrasaron cuidadosa, amorosamente…”
Fue una noche de insomnio que puso en rampa los peores presagios: el sábado 18 de julio empiezan a llegar las primeras noticias de enfrentamientos con los sublevados. Los obreros romperán el precinto de los locales de la calle Luna. Al parecer, los guardias de asalto que lo custodiaban hicieron leve ademán de evitarlo, pero al primer conato de enfrentamiento se marcharon. La algarabía de aquellos momentos en la calle Luna la recuerda Gregorio Gallego en sus memorias, Madrid, corazón que se desangra: “El 18 de julio había que abrirse paso a codazos por la calle, en ambiente de tumulto y turbamulta”. Desde un primer momento, en las reuniones y corrillos, se planteaban ya los que serían los grandes temas de aquellos días: las armas y los compañeros detenidos. Las roturas de precintos se reprodujeron en todo el Madrid obrero.
No era la primera vez que se habían cerrado los locales de CNT en los últimos tiempos. Al de Luna, en una ocasión anterior, llegó la policía, una noche en que había varias reuniones clandestinas y se habían recibido propaganda y armas del norte. Aquella vez, fueron las prostitutas de la calle , que a menudo se refugiaban allí, las que echaron una mano a los confederales, saliendo cada mujer del brazo de un sindicalista, y sacando a escondidas las armas.
Armand Guerra, el célebre cineasta anarquista, hablaba de clausuras y entradas de esta forma:
Debo advertir que nuestro local había sido clausurado por la policía unos días antes, cosa que había ya ocurrido distintas veces por obra y gracia -¡maldita la gracia!- del Gobierno republicano de izquierda. Y aún el mismo viernes por la noche, víspera de la llamada del Gobierno a los trabajadores anarquistas, el local de nuestra Confederación continuaba clausurado y acordonado por los policías.
Nuestro local estaba ya abierto -¿cómo no?-, y en lugar de dos días antes vigilaban la puerta, ví a los compañeros que, como imponente aluvión de hormigas, entraban y salían precipitadamente, llevando y trayendo armas y municiones.
En Luna se tomaron las primeras determinaciones de CNT, como la de incautar coches en los garajes, génesis de la foto del Madrid en guerra con el automovil tatuado a brochazos y colchón en el techo para protegerse de los pacos –francotiradores afectos al golpe de estado que disparaban desde las ventanas-. Desde allí se organiza la vigilancia de los cuarteles y de las entradas a Madrid, ante la quietud del gobierno de la República. A medida que avanza el día las noticias encienden la mecha de las calles de Madrid: Queipo se ha hecho con Sevilla, las Canarias son de Franco… El Madrid obrero clama por la huelga general revolucionaria y pide que se arme al pueblo. “Ellos lo han querido. Frente al fascismo, la revolución”, dice a través de la radio Isabelo Romero. Casares Quiroga, sin embargo, promete cárcel para quien le dé armas al pueblo, pese a lo cual algunos militares reparten fusiles en algún círculo socialista.
En la calle de la Luna se hace recuento de efectivos y se reparte lo poco con lo que se cuenta: un centenar de pistolas, de distintas procedencias y calibres, unas docenas de fusiles y algunos explosivos de elaboración casera. Se abren armerías, donde apenas hay escopetas de caza, y se presiona al gobierno con nulos resultados. Las primeras armas las conseguirán los cenetistas de Tetuán, que paran un camión cargado en la Glorieta de Cuatro Caminos.
La dimisión de casares Quiroga el día 19 no calma los ánimos de los obreros. Su sustituto, Martínez Barrio, parece tener la función de negociar con los sublevados, y el grito de “traidores” retumba en la Puerta del Sol. El gobierno Martínez Barrio dura horas, y da paso al del socialista Giral, que soltará a los presos y dará la orden de dar armas al pueblo. La CNT afronta el domingo ya con algunos de los nombres que serán fundamentales en la defensa de Madrid, como Cipriano Mera. “Madrid al atardecer del día 19, semejaba una enorme fragua que se disponía a templar su ánimo para el próximo combate”, a decir de David Antona.
Pero los anarquistas veían pasar las armas entre las manos de comunistas, republicanos y socialistas, y a ellos sólo llegarían después del asalto al Cuartel de la Montaña, el 20 de julio –donde Fanjul hiciera público el bando de guerra en Madrid-. Allí se dieron cita el Madrid más heroico y el más brutal. Camiones y coches llevan al viejo palacio de Monistrol 800 fusiles, pistolas, siete ametralladoras, munición…También 40 heridos. Si en Luna se organiza unos de los gobiernos paralelos de facto, el Comité Regional de Defensa de Centro de los Eduardo Val, Valle y Barcia, también nace la retaguardia organizada por el pueblo, con el Sindicato de Sanidad levantando un improvisado hospital.
La nación obrera de Madrid, ya armada, asedia los cuarteles – Vicálvaro, Leganés, Getafe, Campamento…-, las balas silban desde las ventanas del Capitol, la gente asume la defensa de la ciudad sin que la idea de las milicias aún anide en cabeza alguna (la guerra durará, se cree entonces, días). Desde la calle de la Luna, aquellos días, emerge un Madrid de barriadas, rojo y negro, noble y excesivo, el gobierno del Viva Madrid sin gobierno.
PARA SABER MÁS:
Guerra, A. (2005). A través de la metralla: Escenas vividas en los frentes y en la retaguardia. LaMalatesta.
Guzmán, E. de. (2004). Madrid rojo y negro. Oberón.
Madrid, corazón que se desangra : memorias de la Guerra Civil. (2006) (Vols. 1–Gallego, 1–Gregorio). San Lorenzo de El Escorial (Madrid): Ediciones Libertarias.
Termes, Josep. (2011). Historia del anarquismo en España (1870-1980). Barcelon: RBA.
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