jueves, 13 de octubre de 2016

Ucrania, en estado de descomposición por el apoyo de USA-UE al fascismo.

Los líderes internacionales implicados en esta nueva catástrofe humanitaria solo piensan en sacar provecho de esta situación llevando  Ucrania a una situación inadmisible.

 La OTAN encabezada por los EEUU, su fiel escudero GB y la interesada Alemania se ha alineado con las facciones neo nazis, anteponiendo sus intereses de cauces expansionistas y de control de la energía mundial.

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Rusia preocupada por la expansión militar de la OTAN cerca de sus fronteras abre la caja de sus antiguos temores a occidente y teme por su seguridad nacional. Ya que la posible alineación de Ucrania con el binomio USA-UE es interpretado por el gran gigante eslavo como un acto beligerante y peligroso para su soberanía nacional. La UE también teme la reacción del omnipresente Vladimir Putin y sobre todo la posible falta de abastecimiento de gas a los países aliados de centro Europa, enormemente dependientes de este preciado fluido, sobre todo por el gran gigante europeo, Alemania. Tal y como afirmo el primer ministro polaco Donald Tusk  “La dependencia de Alemania del gas ruso puede limitar realmente la soberanía de Europa”. Además el  80% del gas ruso que se exporta a Europa pasa por territorio ucraniano.
El profesor de política rusa y europea, Richard Sakwa exploro los dos modelos en competencia del estado ucraniano, que han surgido sobre la base de esta fisura en su reciente libro, en primera línea de Ucrania (IB Taurus 2015).
El primero de ellos como un nacionalismo de identidad etnocéntrico, denominado “monista”, que sustenta una regeneración de la cultura- nación autóctona y tradicionalista, con líneas nacionalistas rígidas y excluyentes, que desde la independencia de Ucrania en 1991 su reto ha sido el fortalecimiento de la lengua ucraniana, el repudio de la herencia zarista y soviética, la reducción del habla rusa y el acercamiento del país hacia Europa occidental. El segundo se refiere como un modelo “pluralista”, que denota una identidad ucraniana que abarque la diversidad de los pueblos y grupos étnicos, que conformen un país de tolerancia mutua, bilingüe y que otorgue más poder a las regiones.
Estos dos modelos de Estado son los enfrentados en el conflicto armado de Ucrania, desde el derrocamiento hace más de un año de Viktor Yanukovich y que trajo el triunfo “monista”, con más fuerza en el oeste del país. Que se ha incrementado por las apuestas geopolíticas implicadas, como Washington y sus aliados pretendiendo “contener” a Rusia, en una lucha por la continuación de la unipolaridad disfrutada por Occidente desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, o la alternativa multipolar que el resurgimiento de Rusia, como una demanda de energía a nivel mundial.
La falta de aptitud de la UE para la resolución del conflicto ucraniano y su alineación interesada con la parte más intolerante del litigio,  no les otorga validez moral de posible  arbitraje. Su autodenominada idea de mediador para la paz en conflictos internacionales, queda seriamente resquebrajada por su propia inercia fascista, donde  la canciller alemana Ángela Merkel es la alegoría de la “grande” Europa en plena decadencia de valores humanitarios, que tanto presumieron en otros tiempos, hundiéndose en su interminable crisis identitaria y capitalista. La proliferación de los partidos políticos xenófobos  y sus idearios criminales hacen que la Europa del siglo XXI camine inexorablemente hacia el camino del abismo. Los discursos de sus mandatarios y bufones occidentales, son tan banales y pendencieros que las supuestas capacidades para ostentar sus fabulosos cargos quedan a la par de la estupidez más inconexa,  tal y como lo demuestra el secretario de defensa británico Michael Fallon, que llego afirmar que “Putin constituye una amenaza tan grande a Europa como el Estado Islámico”, a  consideraciones simples retribuciones escasas.
Los EEUU y sus aliados están incapacitados  para promover el dialogo como  posible solución al conflicto, más bien todo lo contrario, alineados con los nazis “monistas” ucranianos y con su absurda idea de claudicación para el dirigente ruso Vladimir Putin, solo nos pueden arrastrar a la hecatombe de una nueva guerra mundial de efectos totalmente desconocidos.  El historiador neoliberal británico Timothy Garton  Ash, pedía en sus artículos medidas militares contundentes o sanciones más duras contra Rusia por parte de los EEUU e  incluso se atrevió a llamar blando al presidente norteamericano Barack Obama, por supuesto obviando  el poder armamentístico ruso, su capacidad  de respuesta  y sus terribles consecuencias para el globo terráqueo.
EEUU y sus aliados son los que financian el fascismo internacional y por lo tanto el terrorismo se viste con la bandera de barras y estrellas.
Aunque la triste realidad de la guerra en Ucrania son las víctimas humanas que se van produciendo, con más de 5000 muertos y un millón de desplazados desde el inicio de las hostilidades. Al fin y al cabo esta guerra de diversos intereses étnico político los que más la sufren son los inocentes. La posibilidad de encauzar el conflicto en una dirección de comprensión y dialogo entre ambas partes para apaciguar las hostilidades se agota. La apuesta por un modelo de convivencia plurinacional y bilingüe es inexistente, y ya solo nos queda la invocación al “todopoderoso señor de los cielos” para que “el milagro” sea el productor de la razón y fraternidad para los pueblos ucranianos, ya que su “homo-sapien

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