lunes, 18 de diciembre de 2017

Paul Avrich (Vida y obra)

[caption id="attachment_3384" align="alignleft" width="300"]220px-Paul_avrich_ca1980 Avrich alrededor de 1980[/caption]

Paul Avrich (1931-2006) Nacio el 4 de agosto de 1931 en Nueva York, (Estados Unidos) y falleció 16 de febrero de 2006 en Nueva York, (Estados Unidos).



Era profesor e historiador anarquista estadounidense. Enseñó en la Universidad de Queens, Nueva York durante la mayor parte de su vida y fue vital en preservar la historia del movimiento anarquista en Rusia y los Estados Unidos.



Como hijo de una familia judía proveniente de OdessaAvrich pudo viajar a la URSS como estudiante de intercambio en 1961 después de la visita a los Estados Unidos de Nikita Khrushchev en 1959. Mientras que allí trabajaba en su tesis, "The Russian Revolution and the Factory Committees", investigó la rebelión de Kronstadty el papel de los anarquistas en la revolución rusa. Esta información permitió que produjera los primeros trabajos importantes sobre este tema.



Como profesor en el Queens College (Nueva York), intentó pasar a sus estudiantes un “afecto y un sentido de la solidaridad con los anarquistas como personas, más que como militantes” y fue descrito como “amigo de confianza” por muchos viejos anarquistas que él había conocido y entrevistado, salvando sus historias para la Historia.



Escribió extensamente sobre asuntos relacionados con el anarquismo, incluyendo libros sobre Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, la revuelta de Haymarket, y la Rebelión de Kronstadt. Otros trabajos importantes incluyen una biografía de Voltairine de Cleyre, el Movimiento de Escuelas Modernas y Retratos de anarquistas. También corrigió la importante colección oral de historia, "Voces anarquistas". Lo nominaron varias veces para el premio Pulitzer de historia, también habló regularmente en el Libertarian Book Club de Nueva York.



El Dr. Paul Avrich donó su colección de casi veinte mil publicaciones y manuscritos anarquistas americanos y europeos del siglo XX a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y a la CIRA (Centre International de Recherches sur l´Anarchisme).



Por: Claudio Ferrufino-Coqueugniot



Literatura e historia del anarquismo ocupan un espacio singular. Desde un casi casual encuentro con Bakunin, en la biografía de E. H. Carr, libro que siguió el destino de tantos otros y terminó en las intocadas bibliotecas de famosas mujeres de entonces, hasta los anecdotarios históricos de Archinoff y Maximoff más obras de análisis para ya un total desencanto con la prédica marxista, esta literatura continúa abriéndose camino en la marea de libros que intento domeñar. Intima e intensa mi relación con ellos. Mi hija se acerca hojeando "Life of an Anarchist", de Alexander Berkman, y me pregunta ¿papá, eres anarquista? Le respondo que quisiera serlo, que en la larga búsqueda quizá lo alcance, pero que el término se ha hecho a momentos tan ambiguo que difícilmente retrata lo que soy. Además, en los viajes de retorno a Bolivia me entero -sorprendido- de la abundancia del género, de movimientistas, octubristas, chinos, damas cariñosas y oligarcas que resultan ser ahora ácratas de siempre que me hacen parecer, en el furor de su verbo, un viejo mañoso con algo de reaccionario. Ser anarquista es una posición de vida y no una moda.



¿Por qué retornar al tema hoy? Días atrás, febrero del 2006, murió Paul Avrich, historiador del anarquismo. Recuerdo la portada de su libro "Los anarquistas rusos", en Alianza Editorial: el proceso de explosión de una bomba. Avrich enriqueció un sujeto al que yo dedicaba en el momento extensivo interés. Había incursionado en los detalles del populismo ruso, Herzen, leído todo lo que hallé de Bakunin, acabado y no completamente satisfecho con la visión que Piotr Kropotkin tenía de la revolución francesa. Teníamos en casa "El corto verano de la anarquía". Ese libro de Hans Magnus Enzensberger fue crucial en el desarrollo de mi personalidad posterior, no en el sentido de enseñanza sino en el de ejemplo; no en la imitación, pero sí en la importancia de permanecer fieles a uno mismo.



Seguí con Volin, Rudolf Rocker, Max Nettlau, Anselmo Lorenzo, Malatesta, Eliseo Reclus y Ricardo Mella. Hurgé en Max Stirner que resultó tedioso.



Tuve la alegría de vivir semanas memorables con miembros de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) que conocí en París, y con quienes viajamos por tierra cruzando Francia entera, en un viaje que mi padre hubiera envidiado: Orleans, Bourges, Clermont-Ferrand, Narbonne, Perpignan, Barcelona... Nos reunimos durante la Internacional del 86 y decidimos el viaje a España sin proyectos de importancia. Castellón de la Plana, Valencia y Madrid.



Cuando volví, sentado en la terminal de buses de Santa Cruz de la Sierra, en la mochila abierta destacaba "Bambule" de Ulrike Meinhof y el libro de Gastón Leval sobre las comunas de Aragón, amén de literatura de la que me abastecí en Valencia como si fuera alimento.



Volviendo a Avrich, me interesó sobremanera el aspecto étnico del movimiento social ruso que él destacaba. Contrariamente a lo que hubiera pensado, buena parte del terrorismo de fines del siglo XIX provenía de asociaciones judías. La idea del judío creyente y fervoroso -que también existía- quedaba al descubierto como una más de las expresiones de este pueblo, pero no la única.



Nombres como Nisan Farber se grabaron en la memoria. Más adelante enriquecí ese punto con música revolucionaria en yiddish, triste y poderosa.



Sólo son apuntes. Cada temática merece un texto aparte. Sin embargo, mi intención era recordar a ese maestro que fue Paul Avrich, uno de tantos que enriqueció la historia de la anarquía, y que quiso validar la ejemplaridad de sus hombres y su ideario, que mencionaba a Bernard Shaw, a Joyce y a Eugene O"Neill como mentes privilegiadas a quienes sedujo el movimiento; el viejo erudito que murió, sarcasmo de la vida, de complicaciones con el mal de Alzheimer, el mismo que nombró a sus dos queridos gatos "Bakunin" y "Kropotkin".



QUE COQUETEA ETERNAMENTE CONSIGO MISMA...(KARL KRAUS)



JUEVES, JUNIO 08, 2006



In Memoriam: Paul Avrich, historiador de los derrotados



La muerte del “Uncle Paul” como lo llamaban sus alumnos y admiradores, ha sido una pérdida irreparable para la historia de los movimientos revolucionarios y en especial para el anarco-comunismo. Un historiador materialista, de fino instinto, que privilegiaba las fuentes primarias y el testimonio oral, que componía sus obras (por cierto, pocas) con una distancia militante que destacaba la heterodoxia y su valor crítico. La mañana del 17 de febrero de 2006 falleció a los 74 años en New York, la ciudad que lo vio nacer en el seno una familia emigrante, ruso-judía, procedente de Odessa. Lo aquejaba el Mal de Alzheimer, que lo venció después de una dura lucha. Justo a Paul, el ataque a su memoria se parecía a la venganza de la ceguera de Borges: sus historias son justamente la revalorización revolucionaria de la memoria. Gracias a la muerte de Stalin y al viaje de Kruschev a los EE.UU. en 1959, logró viajar en un intercambio estudiantil a la URSS para preparar su tesis de disertación, cuyo título fue The Russian Revolution and the Factory Committees (1961). En Rusia descubrió rápidamente dos cosas: primero que mientras estuviera la “Nomenklatura” en el poder no se podría conocer la verdad histórica; en segundo lugar surgió del pasado la resistencia de los trabajadores al dominio de los bolcheviques, y, en especial, el hecho maldito de Lenin y Trotsky, la rebelión de Kronstadt en 1921. En su limitado trabajo en los controlados archivos rusos descubrió el importante rol de los anarco-comunistas en la revolución rusa y en la guerra civil, silenciados en las historias oficiales, tanto en el Este como en Occidente. A su regreso ingresó como profesor en el Queen’s College CUNY, y resultado de su trabajo de campo, publicó “The Russians Anarchists”(1967), en español publicado por Alianza Editorial (en bolsillo, 1974), un modelo de lo que se podía esperar de su estilo y método. Sucinto, compacto, agradable a la lectura (esa simplicidad típica de los textos anarquistas, como decía Emma Goldman) pero en especial con un “uso” científico de las fuentes primarias en su idioma original (Avrich dominaba todos los idiomas europeos además del ruso y el yídish), un libro que rescataba para lector una historia marginada, olvidada, despreciada. También desarrollaba el papel positivo del anarquismo en la revolución del ’17 así como la tensión entre sus dos almas: la “organizacional” y la “espontánea”, así como la dimensión de la acción directa y la violencia. Su siguiente trabajo es el que ilustra la nota: "Kronstadt 1921"(1970), editado en español por la editorial Proyección (Grupo Gestor Tupac) de Buenos Aires en 1973, que es la primera destrucción del mito leninista (y trotskista) que la revuelta era un centro de la contrarrevolución. Por el contrario, Avrich demuestra la rebelión fue la última trinchera de las masas contra la centralización burocrática, la dictadura del partido único y la liquidación de la república soviética. Paradójicamente utilizando archivos soviéticos capturados por el ejército alemán en la invasión nazi (Operación "Barbarossa"), vueltos a re-capturar por los americanos y testimonios recogidos en la URSS, la investigación demuele uno a uno los ejes de la propaganda leninista sobre la rebelión, analiza el "Comunismo de Guerra", la situación en Petrogrado, el programa de los rebeldes y la amplia y descarnada represión. Los párrafos finales de su investigación nos permite vislumbrar su fecunda idea que todo hecho histórico destila un juicio moral: "La Revolución devoró a quienes la hicieron, uno por uno... pero los mártires de Kronstadt sobrevivieron, entronizados en la memoria del pueblo como los hijos inocentes de la Revolución". Escrupulosamente documentado es su siguiente trabajo, bien conocido en los círculos de cultura anarquista, "Russian Rebels 1600-1800"(1972), un estudio de cuatro grandes rebeldes populares (Bolotnikov,Razin, Bulavin, Pugachev) continuando su interés por la herencia de la tradición revolucionaria rusa en la modernidad (interés que le tomaría la mitad de su vida) y rescatando del lodo de la historia a los perdedores. Inmediatamente, como eco de su trabajo juvenil y como perspectiva de Kronstadt, edita "Anarchists in the Russian Revolution" (1973) que completa y clausura la primera fase de su trabajo como historiador popular. Es una colección de documentos de fuentes primarias con un delicado aparato editorial de notas y comentarios, que permiten por primera vez escuchar la voz silenciada de los anarco-comunistas rusos: desde los sofisticados "anarco-futuristas" a la resolución de los marineros del "Petropavlovsk". Por primera vez se demuestra la importancia de los anarquistas en la revolución de 1917 (ya destacada por Lenin). La segunda mitad de su vida lo dedicará a un proyecto (inconcluso) de producir una historia comprensiva del anarquismo en América, comenzando por "An American Anarchist: The Life of Voltairine De Cleyre" (1978), la rebelde exquisita (Goldman la reconocía como "la más brillante anarquista que halla existido en América") libro dedicado a otro gran historiador del comunismo libertario, Max Nettlau. Este libro es, al mismo tiempo, un testimonio de su fracaso: Avrich abandonará su ambicioso fresco histórico, debido a la complejidad del movimiento anarco-comunista, la riqueza de sus protagonistas y la diversidad de sus orígenes. El resto de su vida se lo dedicará a sumergirse en este universo heterogéneo, creativo, en esta tradición viva y diversa del anarquismo. Su metodología es reconsiderar no sólo la ideología sino la vida desnuda misma de sus protagonistas. De Cleyre es un modelo: la excelsa introducción nos presenta la vida real de una mujer desbordante, póstuma, angustiada. Es a través de esta dialéctica negativa entre su vida y la naturaleza multifacética de sus ideas, como "su" vida constituye un capítulo de la historia del anarquismo. Sobre esta historia trunca Avrich nos dejará dos joyas: "The Modern School" (1980), el movimiento educativo basado en las enseñanzas del anarquista español Ferrer, libro nominado al Premio Pulitzer; la segunda es otra de sus "opera magna":"The Haymarket Tragedy" (1984), dedicada a Joseph Labadie. Utilizando fuentes originales nos recrea un cuadro inolvidable de los "Mártires de Chicago" y del anarco-comunismo teórico y práctico. Este es "el" libro sobre Chicago, pero también "el " libro más completo sobre las luchas sociales a fines del siglo XIX y sobre la cultura cotidiana de las clases trabajadoras. "Anarchist Portraits" (1988), es un "reader" de ensayos con diferentes objetivos. Elegantes "vignettes" que desde Rusia nos presentan a Bakunin, Nechaev, el príncipe Kropotkin, al guerrillero Makhno, al militante-historiador Volin, hasta llegar a los EE.UU. donde desfilan Tucker, Sacco, Vanzetti, un "sketch" del inolvidable Alexander Berkman, el mexicano Flores Magón, incluso personajes de la periferia (el anarquismo brasileño o australiano). El ensayo "Sacco and Vanzetti: The Italian Anarchist Background" será el "forerunner" de su próximo libro: "Sacco and Vanzetti. The Anarchist Background" (1991). Examinando la más crítica coyuntura de la izquierda en América a través de de su estilo biográfico, que salta de la existencia individual (el inmigrante pobre, la precariedad) a la coherencia con las ideas anarquistas, le permite remarcas las características humanas excepcionales de los militantes así como sus inconsistencias, limitaciones y defectos. Finalmente "Anarchist Voices: an Oral History of Anarchism in America" (1996; en español editado por la F.A.L. en 2004) esencialmente un "reading" que reúne un invalorable material recopilado por Avrich, en especial entrevistas y testimonios orales (escorias de sus obras): desde los pioneros, pasando por la figura cenital de Emma Goldman, Sacco y Vanzetti, los proyectos de escuelas reformistas, las colonias experimentales... generosamente anotado por Avrich (incluso corrigiendo gentilmente errores de los testigos y entrevistados). En este libro puede entenderse que el anarquismo no es la pura teoría, los libros y pamphlets, sino que es mucho más, como cualquier ideología encarnada: son sus actitudes diarias, son las conductas éticas, sus formas de organización, sus tomas de posición en acontecimientos históricos, son sus hombres y mujeres. Hemos de pedir que alguna generosa universidad del Norte edite las obras completas de Avrich (en especial su largo trabajo sobre Berkman inédito), para que el lector no especializado se deleite con este historiador en el sentido griego de la palabra: descubridor, iluminador, desmitificador. Otra anécdota viene en nuestra ayuda: cuando comenzó sus estudios académicos, un jovencísimo Avrich (hijo de inmigrantes, sin fortuna) fue castigado por su tutor como irremediablemente "perdido" al dedicarse a personajes y sucesos sin importancia en la historia oficial. Como Avrich sabía intimamente, una época se juzga no sólo por lo que produce; también y aún más por lo que valora y sobre todo por lo que revalora de su pasado...



Avrich Paul - Kronstadt 1921 Pdf



La mañana del 17 de febrero moría en Nueva York Paul Avrich (1931-2006)tras una larga enfermedad. Estando como estudiante de intercambio en la URSS descubrió lo que había sido la insurrección de Kronstadt y el papel de los anarquistas en la Revolución. Escribiría varios trabajos sobre el tema, los cuales, aunque polémicos, fueron pioneros.



Paul nació en el seno de una familia judía originaria de Odessa y tuvo la oportunidad de ir a estudiar a la URSS gracias a la visita de Kruschev a los EEUU en 1959, tras lo cual autorizó los intercambios estudiantiles.
Paul descubrió lo que había sido la insurrección de Kronstadt y el papel de los anarquistas en la Revolución mientras trabajaba en su tesis (La Revolución Rusa y los Comités de Fábrica, 1961). Daría a luz numerosos trabajos basados en esa información.

Y esto es lo que enseñaría a sus estudiantes del Queens College de Nueva York a pesar de la oposición de las autoridades universitarias. El desarrollo de las investigaciones históricas sobre el anarquismo en los EEUU se debe sobre todo a las batallitas del tio Paul. No había nada que le gustara más que hablar y animar a los demás a que lo hicieran y no era de esa generación que ha aprendido a combinar historia, sociología y antropología. Sabía leer sin dificultad la mayoría de los idiomas europeos, incluidos el ruso y el yiddish, lo que dio a su obra cierta profundidad.

Procedió a trazar la historia del movimiento anarquista en los EEUU, dividiéndola en varias áreas temáticas: Voltairine de Cleyre, las Escuelas Modernas inspiradas por Ferrer i Guardia, la tragedia de Chicago de 1886, Sacco y Vanzetti, los anarquistas judíos, inmigrantes y refugiados. Su última obra importante fue una compilación de dos centenas de entrevistas
hechas a lo largo de treinta años una fuente de incomparable valor para futuros investigadores... Pero la historia oral no puede reemplazar a la historia convencional, que debe verificarse con documentos escritos... En las memorias a menudo hay omisiones y errores, como escribió él mismo en el prefacio a su Voces anarquistas (N.T.: que acaba de editar en
castellano la Fundación Anselmo Lorenzo http://www.cnt.es/fal), que incluía centenares de notas y un gigantesco índice. Dejó a estos militantes anónimos que hablaran, abriendo el camino de innumerables trabajos de investigación y de reflexión.

Paul Avrich fue un amigo fiel de la CIRA y contribuyó generosamente a su financiación y a sus colecciones (tras una de nuestras últimas reuniones apoyó la publicación en ruso de Volin y se ofreció para la introuducción).
Fue un amigo de confianza de muchos de los veteranos de nuestro movimiento, a los que ponía en contacto entre sí, reuniéndose con ellos regularmente y viendo cómo morían uno tras otro. Sin él, mucho de lo que se recuerda estaría perdido.





kronstadt“Éste fue el relámpago –dijo Lenin refiriéndose a la rebelión de Kronstadt– que iluminó la realidad mejor que cualquier otra cosa.” En marzo de 1921 los marineros de la fortaleza naval del golfo de Finlandia, el “orgullo y gloria” de la Revolución Rusa, se levantaron en una revuelta contra el gobierno bolchevique, al cual ellos mismos habían ayudado a llegar al poder. Bajo la divisa de “soviets libres” establecieron una comuna revolucionaria que sobrevivió durante 16 días, hasta que se envió un ejército a través de la superficie helada, con el fin de aplastarla. Después de una lucha larga y encarnizada, con grandes pérdidas por ambos bandos, los rebeldes fueron sometidos.


El levantamiento provocó de inmediato una apasionada controversia que nunca se apaciguó. ¿Por qué se sublevaron los marineros? Según los bolcheviques, eran agentes de una conspiración de la Guardia Blanca tramada en el oeste de Europa por emigrados rusos y los Aliados que los apoyaban. Sin embargo, para sus simpatizantes esos marineros fueron mártires revolucionarios que lucharon por restaurar la idea del soviet contra la dictadura bolchevique. La represión de esta revuelta constituyó, según ese punto de vista, un acto de brutalidad que descalabró el mito de que la Rusia Soviética era un “Estado de obreros y de campesinos”. Como consecuencia, una cantidad de comunistas del exterior cuestionaron su fe en un gobierno que podía tratar tan despiadadamente una auténtica protesta de masas. En este respecto, Kronstadt fue el prototipo de sucesos posteriores que llevarían a los radicales desilusionados a romper con el movimiento y a buscar la pureza original de sus ideales. La liquidación de los kulaks, la Gran Purga, el pacto nazi-soviético, la denuncia de Stalin por Kruschev, produjeron un éxodo de miembros y simpatizantes del partido que se convencieron de que la revolución había sido traicionada. “Lo que cuenta en forma decisiva –escribió Louis Fisher en 1949– es el hecho mismo de que ocurriera un ‘Kronstadt’. Hasta que eso sucedió, uno podía vacilar en el plano emocional, dudar intelectualmente o incluso rechazar del todo la causa en su propio espíritu, pero rehusarse, sin embargo, a atacarla. Yo no tuve nada como ‘Kronstadt’ durante muchos años.”


Otros encontraron su “Kronstadt” aun más tarde, en la sublevación húngara de 1956. En efecto, en Budapest, como en Kronstadt, los rebeldes trataron de transformar un régimen autoritario y burocrático en una auténtica democracia socialista. Sin embargo, para los bolcheviques tal herejía constituía una amenaza mayor que la oposición lisa y llana a los principios del socialismo. Hungría –y también Checoslovaquia en 1968– fue peligrosa no porque fuera contrarrevolucionaria, sino porque, como en el caso de Kronstadt, su concepción de la revolución y del socialismo divergía netamente de la que sostenía el liderazgo soviético; sin embargo, Moscú, igual que en 1921, denunció el levantamiento como un complot contrarrevolucionario y procedió a reprimirlo. El aplastamiento de la rebelión de Budapest, observó un crítico de la política soviética, mostró una vez más que los comunistas no se detenían ante nada cuando se trataba de destruir a quienes desafiaban su autoridad.


Sin embargo, no hay que exagerar demasiado tales comparaciones, pues acontecimientos separados por treinta y cinco años y ocurridos en diferentes países con participantes enteramente distintos, no pueden ofrecer más que un parecido superficial. La Rusia Soviética no era, en 1921, el Leviatán de décadas recientes. Era un Estado joven e inseguro, que se enfrentaba con una población rebelde en el interior y con implacables enemigos externos que anhelaban ver a los bolcheviques desalojados del poder. Y, hecho más importante aún, Kronstadt estaba en territorio ruso; lo que los bolcheviques enfrentaban era un amotinamiento en su propia armada, en el punto de vanguardia más estratégico, que vigilaba el acceso desde el exterior a Petrogrado, y temían que Kronstadt pudiera encender la chispa en el territorio continental ruso o transformarse en el trampolín para otra invasión antisoviética. Había pruebas crecientes de que los emigrados rusos estaban tratando de ayudar a la insurrección y de aprovecharla en beneficio propio. No se trata de que las actividades de los Blancos puedan excusar las atrocidades cometidas por los bolcheviques contra los marineros. Pero hacen más comprensible que el gobierno sintiera urgencia por aplastar la revuelta. En unas pocas semanas el hielo del golfo de Finlandia se fundiría, y podrían entonces embarcarse abastecimientos y refuerzos desde el oeste, para convertir la fortaleza en una base que permitiera una nueva intervención. Aparte de los motivos de propaganda, Lenin y Trotsky parecen haberse sentido auténticamente preocupados por esta posibilidad.


Lamentablemente, pocos historiadores occidentales han tomado adecuadamente en cuenta estas preocupaciones. Y los autores soviéticos, por su parte, falsearon considerablemente a los hechos al tratar a los rebeldes como incautos o agentes de una conspiración Blanca. Este volumen trata de examinar la rebelión con una perspectiva más auténtica. Para realizarlo, es necesario ubicar a Kronstadt en un contexto más amplio de eventos políticos y sociales, pues la revuelta fue parte de una crisis mayor que caracterizó la transición del Comunismo de Guerra a la Nueva Política Económica, crisis que Lenin consideró como la más grave que había enfrentado desde su llegada al poder. Es necesario, además, vincular el levantamiento con la larga tradición de rebelión espontánea que había en Kronstadt misma y en toda Rusia. Esperamos que tal enfoque arroje alguna luz interesante sobre las actitudes y conducta de los insurgentes.


Aparte de esto, hay una cantidad de problemas específicos que requieren cuidadoso análisis. Entre los más importantes están la composición social de la flota, el rol desempeñado por el descontento nacional, la cuestión de la participación Blanca y la naturaleza de la ideología rebelde. Por supuesto, hay algunas de estas cuestiones a las que no podrán darse respuestas definitivas hasta que estén accesibles para su examen los archivos soviéticos pertinentes, hecho que probablemente no ocurra por algún tiempo. Entretanto, en este volumen tratamos de ofrecer una exposición completa de la rebelión, en la medida en que lo permiten las fuentes disponibles. Hemos utilizado una cantidad de documentos pertinentes de los archivos occidentales, y también de materiales soviéticos publicados que se han descartado a menudo como mera propaganda pero que, si se los utiliza con el debido cuidado, son de auténtico valor porque esclarecen algunos de los problemas más significativos.


Es importante, sobre todo, examinar los motivos antagónicos de los insurgentes y de sus adversarios bolcheviques. Los marineros, por un lado, eran fanáticos revolucionarios, y como todos los fanáticos a lo largo de la historia deseaban recobrar una época pasada, en la cual la pureza de sus ideales no había sido aún mancillada por las exigencias del poder. Los bolcheviques, en cambio, que habían surgido victoriosos de una sangrienta Guerra Civil, no estaban dispuestos a tolerar ningún nuevo desafío a su autoridad. A lo largo del conflicto cada bando se comportó de acuerdo con sus propios fines y aspiraciones particulares. Decir esto no equivale a negar la necesidad del juicio moral. Sin embargo, Kronstadt presenta una situación en la cual el historiador puede simpatizar con los rebeldes y conceder, no obstante, que los bolcheviques estuvieron justificados al someterlos. Al reconocer este hecho se capta en verdad toda la tragedia de Kronstadt.






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Paul Avrich - Kronstadt 1921



 

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Avrich, Paul - Los anarquistas rusos



 

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